Época: Epipaleolítico-Mesol
Inicio: Año 13000 A. C.
Fin: Año 10000 D.C.

Antecedente:
Epipaleolítico-Mesolítico
Siguientes:
Dispersión en Europa



Comentario

En Europa nos encontramos con una serie de cambios al final de la glaciación würmiense que inciden en las asociaciones biocenéticas. La cronología que se ha aplicado para Europa sigue la serie de oscilaciones que se observan en la vegetación a partir de los diagramas polínicos. Así tendríamos una secuencia cronológica simplificada, en donde las fechas son aproximadas.
Oscilaciones del Tardiglariar

*Alleröd, del 9800 al 8800 a. C.; se produce un refrescamiento climático en el que predomina el pino. Culturalmente se asocia al Azillense antiguo y al Valorguiense.

*Dryas III, del 8800 al 8200 a. C.; clima frío con predominio sistemático de pino y, culturalmente, el desarrollo del Aziliense y el Ahrensburguiense.

Oscilaciones postglaciares del Holoceno Antiguo

*Preboreal, del 8200 al 6800 a. C.; templado climáticamente, avance del bosque con gran importancia del abedul, aunque también hay pinos y avellanos. Culturalmente se observan en Europa occidental las industrias relacionadas con el Aziliense final, el Sauveterriense, Montandiense, Ahrensburguiense, cultura de Lingby y el Tardenoisiense antiguo.

*Boreal, de 6800 al 5500 a. C., con un clima cálido y seco, comienza la cadena mixta con bosque de hoja caducifolia compuesto por avellanos, olmos, tilos y fresnos. Correspondientes a esta fase encontramos las industrias del Maglemoisiense y el Tardinoisiense.

*Atlántico, del 5500 al 3000 a. C.; cálido y húmedo, en el que encontramos la cadena mixta asociada a avellanos, hayas, encinas y pistachos, correspondiéndose a las industrias como el Tardenoisiense final y Ertebölliense. En esta fase la transgresión marina se detiene en el nivel actual, dándose en su segunda mitad lo que se ha denominado el óptico climático, en el cual las temperaturas y el clima ofrecieron una fase más templada que en la actualidad.

La fauna cuaternaria retrocede y se producen cambios cualitativos en su forma de vida que nos llevan a una gran diversidad de adaptaciones. La variación que sufre el medio ambiente pudiera ser un motor del cambio, pero no el único, como en algún momento se ha interpretado. Otro motor del mismo pudiera ser una mayor expansión demográfica, aunque los datos sobre la misma pueden deberse a factores de prospección e investigación de yacimientos, teniendo en cuenta que la supervivencia de los datos es más favorable según nos acercamos a la época histórica. Sin embargo, un hecho ineludible es la conquista de territorios hacia el norte del continente euroasiático.

Además, las oscilaciones climáticas son referencias generales, ya que según las regiones de las que nos ocupemos, acusarán microclimas especiales según la latitud, la altitud y su enclave continental u oceánico. Si uno de los factores señalados como cambio es la caza del ciervo en lugar del reno, es válido en un sector, pero no debemos olvidar que en las penínsulas mediterráneas, y entre ellas la Cornisa Cantábrica, a lo largo de las etapas pleistocénicas, los grupos cazadores también presentaban la caza del ciervo como elemento fundamental de sus actividades y supervivencia.

En general, los cambios son graduales y podemos decir que el avance del bosque caducifolio penetra en zonas antes dominadas por la tundra. Al compás de este avance, las especies animales predominantes van a ser las aclimatadas a este medio, como el ciervo, el corzo y el jabalí. La tundra constituye un medio menos productivo que los sistemas boscosos, y se observa, en general, cómo cada periodo parece haber incrementado la productividad de su base ecológica. El cambio en el postglaciar probablemente produjo un crecimiento de la biomasa de ungulados, calculándose unos 1.000 a 1.500 kilos por kilómetro cuadrado para los ungulados en un paisaje de bosque y parque caducifolio. Por el contrario, en medios de tundra el potencial de la biomasa natural oscilaría entre 440 kilos por kilómetro cuadrado o, como se observa actualmente, en la tundra canadiense el caribú alcanza los 800 kilos por kilómetro cuadrado.

En una gran extensión europea, teniendo en cuenta las salvedades a las que nos hemos referido, el reno se sustituye por un espectro mayor de fauna y otros recursos naturales, como son un gran aporte de plantas y recursos acuáticos estacionales.

La definición de los territorios se presenta más compleja en estos periodos y suponen un tema más controvertido que los estudios cronológicos, al ser algo más subjetivo, ya que la diversidad de criterios abordados es muy diferente. Así para J. G. Rozoy, el territorio francés actual estaría ocupado por 20 grupos culturales, basándose en la diversidad de la cultura material. Otros autores han definido el territorio a partir de datos de tipo paleoetnográfico, lo que sumado a la diversidad cultural adquiere mayor probabilidad. Así, para T. D. Price la llanura norteuropea tendría 54 redes de bandas con mayor densidad en las regiones costeras. Las áreas definidas por las distintas redes se definirían por los obstáculos naturales (montañas, ríos y lagos), produciéndose una progresiva y mayor fragmentación a lo largo de todo el Epipaleolítico. El territorio oscilaría entre 100 y 200 kilómetros cuadrados.

Respecto a los asentamientos de los últimos cazadores, se les representaba como pequeños grupos nómadas. Recientemente los estudios que se han realizado sobre la movilidad teórica de los grupos en cuanto a sus asentamientos ofrecen dos posibilidades.

Por un lado, tenemos grupos que practican la movilidad residencial, con asentamientos de pequeños grupos dispersos moviéndose frecuentemente en su territorio llegando a la extinción local de las fuentes de aprovisionamiento. Por lo general, aparecen asociados a medios de llanura como cazadores generalizados.

En latitudes más altas, las poblaciones se extienden ampliamente y constituyen grupos más especializados que practican una movilidad logística, es decir, tienen asentamientos más permanentes y en medios favorables. El movimiento es menos frecuente y normalmente va dirigido hacia un sector determinado de fuentes. Ello se aprecia a través de campamentos con un propósito especial: se usan siempre en relación con un campamento base, transportando a este último los productos obtenidos para su almacenaje. Entre los ejemplos que pueden mencionarse tendríamos los yacimientos de las Puertas de Hierro del Danubio (como Lepenski Vir) o los grupos finales del Ertebolle en las costas occidentales del Báltico. Constituyen, pues, grupos especializados, grandes y con asentamientos más permanentes.

La dispersión europea del Epipaleolítico presenta una gran diversidad de complejos microlíticos, a los que se unen en determinados momentos industrias macrolíticas más difíciles de evaluar en sentido cronológico. La caracterización del microlitismo y la gama de puntas y geométricos se ha puesto en relación con proyectiles de flecha por algunos autores, especialmente J. G. Rozoy, combinando su presencia con la de vástagos de flechas y arcos. La utilización del arco por los cazadores del Paleolítico Superior parece probable al menos desde el Solutrense, pero las piezas probables de constituir proyectiles son más pesadas que aquéllas del Epipaleolítico. Así los cazadores del periodo que tratamos muestran una mayor efectividad en la utilización de las flechas, constituyéndose en expertos arqueros.

Los fustes de flechas que se han encontrado presentan una media de 90 centímetros de largo y un diámetro de 1 centímetro, lo que unido a las puntas, con un peso no superior a los 30 gramos (contando con el aglutinante), ofrece un proyectil capaz de alcanzar los 100 kilómetros por hora, alcanzando en la práctica hasta 50 metros (pudiendo llegar hasta los 200 m). El arco ofrece mayor precisión al proyectil, cuya punta de sílex es capaz de penetrar la piel y el animal entero. La eficacia del mismo aumenta si se sitúa otra armadura, o pieza de sílex en el fuste, como la flecha de Loshut. La presencia en algunos grupos de diversos tipos de microlitos pudiera indicar la utilización de varias piezas cortantes. Es muy posible que hojitas de dorso del Magdaleniense tuvieran ya esta función.

La secuencia basada en las manifestaciones de la cultura material y características paleoeconómicas, hace que podamos subdividir el Epipaleolítico de Europa occidental en varias fases.

El Epipaleolítico Inicial supone la continuación de tradiciones del Paleolítico Superior, y así tendríamos el Aziliense, formado a partir del Magdaleniense y el Ahrensburguiense, que deriva del Hamburguiense o Remouchamps del Paleolítico Superior en Bélgica. Estos complejos son difíciles de aunar en una misma cronología, ya que la transición no se produce al mismo tiempo en la región estimada, iniciándose en distintos momentos del Tardiglaciar y comienzos del Posglaciar.

El Epipaleolítico Pleno supone una ruptura relativa con el anterior y especialmente una mayor diversificación de grupos. En la industria lítica se observa una especialización, apareciendo abundantes microlitos geométricos.

Aparecen también industrias macrolíticas como el Campiñense y las culturas de concheros en las costas marinas. Estos amontonamientos de caparazones de moluscos implican un incremento del aprovisionamiento de los recursos marinos, aunque siguen siendo poblaciones cazadoras y ofrecen una diversidad en el utillaje, tanto en las costas atlánticas como cantábricas y del mar del Norte.

Por último, el Epipaleolítico Final supone el término del Epipaleolítico por aculturación del Neolítico. En esta fase, que no es homogénea ni cultural ni cronológicamente, como sucede en el Epipaleolítico Inicial, en muchos casos puede verse la introducción de elementos neolíticos, fundamentalmente la presencia de cerámica y una discutida protodomesticación.